AMALUR pone rumbo al Norte. A las tierras frias y salvajes, de inviernos largos y oscuros, de paisajes superlativos en los que el término medio no existe, a territorios poblados de gentes que hacen y han hecho de la supervivencia, cultura. En definitiva, la brújula nos señala el Gran Norte.
Pero lo maravilloso de estos territorios es que transforman a quien los conoce. Lo frío y lo salvaje se torna atractivo en una región de geografía apabullante. Los misteriosos horizontes invernales se convierten en horizontes espirituales que alimentan el alma en compañía de la aurora boreal. Los paisajes grandiosos dan paso a una naturaleza en la que lo diminuto y lo infinito conviven y sus gentes hacen de la hospitalidad santo y seña de su cultura.
Recordemos esta latitud: 66º 33´ norte. Es la línea, es el trazo imaginario que nos abre la puerta del Ártico. Un mundo dentro de otro mundo, un espacio abierto a la imaginación en la que los copos alfombran la tierra con un manto protector.
Hagamos un pequeño esfuerzo. Dejemos a un lado los tópicos que siempre acompañan a esta región que ofrece más de lo que manifiesta, adentrándonos de lleno en unas tierras sin límites, en la que sus pobladores viven y trabajan para dejar a las generaciones futuras el gen de la sonrisa. Este es el reto que propone AMALUR.
Bienvenidos.
