Hay gente mayor que, aunque viva sola, tiene un mundo interior tan rico que la soledad no les pesa. Es el caso del viejo Ignacio. Su día a día está repleto de pequeños rituales que le mantienen activo y animado. La merienda es el momento que más aprecia Ignacio: saborear las mejores galletas de queso al lado de una taza de té, es el placer diario que más anhela en cuanto se despierta.

Este espectáculo es un homenaje a la gente mayor que vive sola. El protagonista no es un viejo achacoso, ni enfermo. Él goza de su rutina diaria y de los pequeños momentos que se regala.

Evidentemente tiene algunos lapsus de memoria y su ritmo no es muy ágil, pero aún así la ilusión de vivir lo mantiene despierto y a ratos nos recuerda un niño juguetón y ensusiasta. Con humor y simpatía, explicamos una historia de siempre: la de la amistad. Sin pretender aleccionar, queremos transmitir un mensaje sencillo y profundo a la vez; hablamos de cómo las cosas pueden llegar a cambiar cuando descubrimos que estar acompañados nos enriquece y nos llena el alma.

El protagonista es un títere de tamaño humano manipulado por dos titiriteros. Su presencia llena el espacio con tanta intensidad que los dos manipuladores desaparecen a la vista del espectador. La coordinación a cuatro manos le da una gran credibilidad, y todos sus movimientos sorprenden desde el inicio del espectáculo.

El contrapunto es un ratoncito vivaracho que saca de quicio al protagonista. En este caso el títere se manipula con distintas técnicas: desde la varilla, al control a distancia. Artilugios y mecanismos, (huella característica de la compañía), crean momentos inesperados, mágicos y extraordinarios.